
Llegas a Portobelo y tu cuerpo empieza a moverse solo al ritmo del intrépido tambor que invita a la danza ancestral afrodescendientes del pueblo colonense que este 2025 celebra su 14° Festival de Diablos y Congos, logrando congregar locales y extranjeros que disfrutan de una festividad que pone en la palestra una tradición que existe desde los tiempos de la colonia española.



Los atuendos de las mujeres congo, son una alegoría de retazos de tela, adornando sus cabezas con grandes y coloridas flores, además de collares creados con cuentas y caracoles, elementos con los que en aquella época las mujeres esclavas se embellecían.
Por su parte los Diablos visten mayormente de negro y rojo, con un significado casi evidente siendo el negro lo maligno y lo rojo la sangre que sus ancestros derramaron, con diseños surrealistas en cada una de sus máscaras y atuendos, que espantan pero a la vez atraen para tratar de entender lo complejo de sus elaboradas creaciones que mayormente se confeccionan con papel maché, papel de cocina, fibra de vidrio para dar forma a las máscaras, cuyo tiempo de secado en su elaboración puede durar hasta cuatro semanas.



A pesar de lo complejo que puede parecer, el peso de las misma oscila entre 2 y 5 libras, lo complicado está en la destreza de poder bailar a “rayo de sol”, con un atuendo ajustado y de poca ventilación, ya que tuve la oportunidad en esta maleteada de poder colocarme dos de esas máscaras y no pesan, pero esos segundos en los que experimenté usarlo, me sentí asfixiada.


Los cánticos de los grupos Congos son relatos de la vida cotidiana del costeño, además de amor y desamor, pero que al entrar los Diablos y el silbato de los pajaritos, crean esa sinergia que hace vibrar al público y los Diablos quienes con sus movimientos de pies y susurrante bramido te impacta, sin embargo no todo es tan fácil, pues más de uno termina agotado en los 20 minutos que corresponde a cada delegación, los rayos del sol, la humedad propia de la costa y el vestuario logran hacer “doblar rodilla a más de uno”, pidiendo a sus asistentes que les ayude a quitarse la máscara.



El Movimiento de los pies del Diablo, el repicar del tambor, el sonido del silbato dan esa sensación que querer moverse al son de las rítmicas tonadas que son parte de un patrimonio intángible que forma parte de la herencia afrodescendiente de los panameños.